miércoles, 28 de noviembre de 2012

El espantapajaros

Andrajoso, quieto, callado...junto al camino te observé un día...

Me saludabas con tu silueta silenciosa y ese gesto de crucificado.

Sobre los campos florecidos de espigas sobresalía tu alargada figura.

Un día, alguien te puso una escoba en la mano...como queriendo incrementar tu dormida naturaleza de madera y trapo.

Te miraba todos los días y alguna vez creí ver como te movías y desaparecías entre aquel mar amarillo,
cansado de tu eterna vigilancia,
huyendo del sol implacable y la lluvia,
de las pedradas de los chicos,
de la mofa de aquellos a los cuales debías ahuyentar.

Los pájaros no volaban asustados;
se acercaban hasta tí
y se posaban burlones sobre tu sombrero de paja,
picoteándole con cruel avidez, hasta dejarlo medio agujereado, lleno de calvas y huecos;

Otras veces encima de tus brazos estirados
descansaban tranquilos, bajo la sombra que tu figura les daba
y luego se lanzaban sobre los campos amarillos para llenar sus buches.

El sol declinaba en el atardecer
y tu quedabas solo, recortándose tu negra silueta en el horizonte blanco rojizo.

El tiempo fue pasando
y los trapos envejecieron
y la escoba desapareció
y el sombrero sólo era una grotesca apariencia de lo que fue (como tú).

Los pajaros del anochecer anidaban en tus entrañas
y picoteaban ahora en lo que un día  les asustó
luego les causó curiosidad
y al que más tarde se acostumbraron.

Tus ojos negros, cuencas vacíos sin fondo (amarillo calavera)
no lloraron, porque sobre tus pupilas
yacía el cádaver de un pajarillo atrapado.

Un día de verano te quise mirar desde el borde del camino
y no te encontré.

Me quedé mirando un rato por si, como ayer, habías huido
pero el vacío había ocupado tu lugar.

Caminé hacia un calvero, entre el mar amarillo
y allá yacían tus restos.

Una bandada de pájaros elevó su vuelo, sobre el cielo azul brillante,
perdiéndose en el horizonte.

Un mueca de horror se dibujó ne mi rostro;

Sobre el suelo aparecía el cádaver de un hombre carcomido,
picoteado hasta la desesperación.

Corrí lejos, muy lejos
mientras una palabra recorría mi mente
¡Dios mio! EL ESPANTAPAJAROS

Pamplona, agosto de 1984