domingo, 3 de diciembre de 2017

A la orilla del mar

Chocan las olas contra los arrefices de la costa y la espuma enjuaga esa dura roca grisacea carcomida, quebrada por la fuerza del oceano. Observo pensativo toda la grandeza de la mar verdiazulada, inmensa y en ese momento me siento pequeño imaginando al mismo tiempo cuan pequeño me sentiría de igual modo si en lo alto de una gran cumbre estuviera.


Qué pequeños somos los hombres a pesar de nuestro orgullo y nuestra vanidad ante lo inabarcable de la naturaleza y el mundo y el universo que nos rodea. Olas como crestas que crecen y crecen sobre la superficie como si una gigantesca e invisible boca soplara sobre ella.


Y de nuevo el sol, como otras tantas veces, tras la isla, a la entrada de la bahía, escondiéndose, ocultándose silencioso, quedando difuminado sobre la mar ese rojo sangre de los crepúsculos, se hundirá sobre el horizonte, bajo las aguas para volver a emerger sobre ellas al amanecer. Sol, isla, montes, playa. Isla pequeña, cubierta de arboles y rocas, peñasco solitario, montes verdes que bajo el mar hundís vuestros pies. Playa inundada hace horas por los cuerpos de los hombres, ahora en la noche vacía.

Camino sobre la fría y blanquecina arena, perdido entre las difusas sombras de la oscuridad y de vez en cuando dejo que el agua moje mis pies, sintiendo el latido acompasado de ese enorme corazón que hace subir y bajar las aguas. Me siento sobre una roca y pienso y mis pensamientos solo son interrumpidos, de vez en cuando por alguna voz alguna pisada de alguien que como yo gusta de pasear, de noche, por este tranquilo paraje, con el ruido del mar como fondo. Y al otro lado, atrás, brillan las luces de la ciudad.

Tengo que volver. Al alba, cuando la luz ilumine débil, pélidamente las tranquilas aguas, algunos barcos zarparán de puerto y se adentrarán mar adentro, entre las olas, perdiéndose en el horizonte. Cuando deje este lugar, yo, hombre de tierra adentro recordaré con nostalgia este mar, ese sol, aquella isla, esos montes esta playa porque son y serán mi sol, mi isla, mis montes, mi playa, mi mar.

Pamplona. Agosto 1982

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