martes, 1 de enero de 2013

Presagio

Hace algún tiempo, no se cuantos días, que siento una extraña sensación dificilmente explicable. En la oscuridad de las largas noches creo ver extrañas sombras cerca de mi lecho que se agitan y se acercan para irse de luego y volver de nuevo, como si quisieran torturar mi mente hasta hacerme casi desvariar. Más no sólo aquí me siguen pues de lo contrario podría pensar que eran fruto de mi espíritu febril. Al volver a casa cuando tan solo se oyen el ruido de mis pasos en la larguísima calle, creo sentir otras pisadas que retumban debilmente, como apagadas por la sonoridad de las mías y quiero volver mi rostro y sorprender al osado perseguidor, más trás de mi nadie está.

Doblando las esquinas, bajo la fúnebre luz de las farolas una sombra se refleja sobre la pared: ¿es la mía o...? Si. Es la mía. En la tarde solitaria, leyendo un libro o pensando, tan solo, una voz débil murmura algo tras la puerta entornada de la habitación. La casa está vacía. Y tras la puerta nadie. Y en la oscuridad del corredor sólo sombras. Alguna otra vez, de pronto, he sentido extraños olores indescriptibles, como a petalos de rosa, como a polvo y humedad, como a...

Los días transcurren interminables y me sigo atormentando. Creo que me estoy volviendo loco. Estoy perdiendo tal vez la razón o quizás es este algún trágico presentimiento. No lo he visto aunque lo siento cada vez más cerca de mí. Se que alguien sigue mis pasos y aguarda, al acecho, el momento oportuno para... No lo se. Quizás en mi soledad soy todavía presa más fácil. Debo rodearme de gente...aunque sé que de nada servirá. ¿Por que yo y no otro?. No. No puede ser. Estoy desvariando. Nadie me sigue. Es todo fruto de mi imaginación. De eso no cabe duda. 

Pasan lenta, muy lentamente los días y sus noches. No quiero salir de casa. Estoy tumbado sobre la cama, mirando fijamente al techo, en la oscuridad. Pasan las horas, los días. He perdido la noción del tiempo. De pronto he sentido una extraña presencia apenas imperceptible  y aguzando el oido he creido escuchar  una voz baja, apenas un susurro, al otro lado de la habitación, allá al fondo del pasillo. Me he levantado, he salido al corredor y he encendido la luz. He caminado hasta la puerta de entrada de la casa. Todo está en orden. He sonreido y me he quedado tranquilo. Pero al darme la vuelta, desandando el camino, he visto en el espejo ovalado cerca de la puerta de entrada, al final del pasillo, una imagen que me ha horrorizado. He visto mi imagen reflejada, sí, pero lo que me ha horrorizado es que no era mi reflejo. Desde el otro lado del espejo he visto  a alguien como yo que me sonreía con una sardónica sonrisa. 

Pamplona. Octubre 1982

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