A la orilla de un rio
de cenagosas aguas
descubrí su palida figura.
Se recortaba sobre los arboles
como una sombra de plata
como un reflejo de luna.
Temblaban los oscuros pliegues de su ropa
en la noche sombría
mientras el lecho callado
en olas de espuma se derretía.
Me acerqué al pasado remoto
como el niño se acerca a la cuna
o el anciano a la fria tumba.
Temblaba...
Mi recuerdo, su sombra, mi vida.
Llegué a la orilla del rio
y el silencio me sorprendió...
La luna no se miraba ya en la oscura corriente
y el reflejo de la sombra me hizo descubrir
donde se ocultaba aquella palida figura...
Pamplona. 1986
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