martes, 4 de diciembre de 2012

Cuando ya nada se espera

El tiempo marcó sus huellas
en los profundos surcos de su cara,
surcos de cansancio,
de dolor,
de frustración,
de engaño,
de trabajo.

 El tiempo hizo de sus negros cabellos
sedosos hilos de plata.
Las cuencas de los ojos hundidas,
el andar pausado,
la mirada triste

Se sentó en un banco de la solitaria plaza
rumiando su soledad
observando con infinita angustia
cada persona
cada arbol
cada edificio

Y pasó largo tiempo...
Y el viejecito seguía sentado en el banco amarillo
de la cada vez más solitaria plaza
Y comenzó a llover
Y el anciano no se movía
Hacía frio
Ya nadie pasaba
La noche llegó oscura
a la solitaria plaza
Noche de largo viento en la plaza vacía.

Al día siguiente alguién deparó en aquel anquilosado ser
y comprobó que el frio glacial de la muerte le había sorprendido la mañana anterior.
Rigido se mantuvo, como sentado
relegado con indiferencia en su lenta y silenciosa agonía


Soledad en el último tramo del camino.
La vejez nos sorprende
arrancando nuestra ilusión,
nuestra fuerza juvenil, física y mental
nuestro idealismo,
Todo
Retornando a la dependencia de la infancia,
convertidos en un estorbo inservible para la familia
en un ser improductivo
en una carga para la sociedad.

Hombres que han trabajado,
que han dado toda su vida para esa familia
que han construido en parte el bienestar de esa sociedad
reciben como recompensa la soledad y el desprecio: ¡¡¡Viejo!!!

El pobre anciano comprueba con increible tristeza como, sin darse cuenta,
se le ha escapado el tiempo de las manos
Su mundo, su único mundo es el de  los recuerdos
recuerdos que comparte con los amigos de su edad
recuerdos que glorifica, que añora
a los que cubre de una  especial nostalgia.
Es lo único que posee, lo único que no le pueden arrebatar.

Alguno rumiara solo, como el viejecito descrito,
con la mirada perdida en no se sabe donde,
esos recuerdos
esa agonía de aquellos que como él saben que no tienen futuro
esperando con temor ese momento trágico.

Temor a enfrentarse con la nada
teniendo esa misma nada detrás, en tu propia vida.

Trágico ser:
Nace, vive sin saber porque y paraqué
y sin saber vivir le llega la muerte demasiado pronto
como para darse cuenta de su inevitable pérdida de tiempo.

Crueles e imbeciles los que hoy marginan a nuestros mayores.
No saben que mañana serán ellos los rechazados, los olvidados

Pamplona. 1983 

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