jueves, 13 de diciembre de 2012

Muere la vida

Muere la vida lentamente, con penoso esfuerzo pasan los días y después que estos se pierden en el recuerdo, ¡que breves me parecen!. La luz de la bombilla fúlgida brilla como una estrella  que me quema las pupilas. La voz de alguien que por la radio habla me suena hueca, grave, fría. La habitación duerme atravesada por un gélido halo que me estremece. Todo está tan quieto. ¿Existo?

Si, la tinta corre por la pluma y emborrona las cuartillas pero... no, no es suficiente, es necesario algo más. Estoy aquí, frías las manos, la mente turbia, gris. En mis oídos bulle un monótono canto, es la música de la vida, como una vulgar opereta. Silencio, deseo. Me siento: mi corazón late. Pienso: No, no es suficiente

La vida dormita en esas montañas de mi infancia, en esas largas avenidas asfaltadas, en esos libros un día leídos, hoy olvidados entre el polvo y la palidez de sus páginas amarillentas, en esas habitaciones vacías, llenas de soledad, en esos largos pasillos, en esas tardes heladas, en esos rostros, en sus miradas, en esos recuerdos

Las ventanas de las casas cerradas están... pero a través de los cristales miran oscuras sombras que brillan reflejadas en la superficie pulida y transparente, iluminadas por la palidez cetrina de sus rostros. Fantasía

Gotean pesada, regularmente los grifos, como otra muestra del paso del tiempo. Tic, tac, cloc, cloc como si ese lento caer de la gota se hubiera transformado en otra extraña forma de medir nuestra vida. El grito está roto. El agua seguirá cayendo. El tiempo...

Relámpago ciego como culebra brillante que retorcida te estrellas y conviertes en erial la tierra y sin dejar rastro marchas. Símbolo imposible: luna, sol, atardecer, soledad, I... palabras, sensaciones, ilusión, esperanza- Quien?, Cuando?, Dónde?, Cómo?. Demasiadas preguntas...

La vida sigue muriendo inexorable. No, no es suficiente esperar. Vivir  nunca es suficiente. No he encontrado todavía la  respuesta. La búsqueda es larga, difícil. Las avenidas silenciosas me  acogen bajo la penumbra rojizo amarilla de una noche fría, de un otoño lluvioso.

No se adonde voy. Destino incierto. Estoy aquí: la mente oscurecida por la sombra gigantesca de mi figura reflejada en la pared, iluminado el rostro por esa bombilla fúlgida que me quema las pupilas. Estoy cansado. Los parpados se cierran y el sueño cubre con un espeso velo todos mis pensamientos. La tinta ha dejado de correr... Silencio.

Pamplona. Octubre 1982 

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